Teología Moral Fundamental por Jose-Roman Flecha Andrés
Fundamentos Originales
Ahora bien, con las grandes
revoluciones culturales que han tenido lugar en Occidente el péndulo de la
reflexión filosófica se ha acercado al polo del sujeto. Se diría en líneas
generales que hoy no interesa tanto el objeto como el sujeto. De hecho, durante
algún tiempo la Ontología cedió su puesto de privilegio a la Antropología. Ya
no interesaría tanto la verdad como la certeza subjetiva. Ya no sería posible
dialogar sobre la belleza; sólo discutir sobre el gusto. Y ya no sería fácil
hablar de la bondad; apenas si se podría hablar de la «apreciación» y la
«valoración» de las acciones humanas. A la Etica le quedaría reservada la mera
posibilidad de describir los comportamientos humanos. El subrayado de la
objetividad fue sin duda excesivo, al dificultar la consideración de las
acciones humanas en su historicidad, nunca negada en teoría, pero
frecuentemente olvidada en la práctica. Pero el viraje hacia la subjetividad
hace difícil el diálogo ético, desde el momento que los módulos valorativos
quedan reducidos al ámbito de la privacidad. En esa dialéctica entre la
objetividad del bien o el valor y la subjetividad de su percepción y
realización se sitúa lo más valioso de la reflexión ética contemporánea 4 . La
pérdida del vínculo esencial entre la verdad, el bien, la belleza y, en
consecuencia, la libertad y la dignidad humana, se hace patente en «la triste
perplejidad de un hombre que a menudo ya no sabe quién es, de dónde viene ni
adonde va» (VS 84). 2. Una segunda dificultad le viene a la pregunta moral de
las múltiples susceptibilidades que el propio discurso moral suscita. Algunas
de ellas vienen desencadenadas por la tradicional vinculación de la moral con
la religión, como más adelante se verá. La sociedad actual tiene la pretensión
de vivir su autonomía y mayoría de edad, al margen de cualquier imposición
heterónoma, aunque fuera ella divina. El discurso moral sería uno de los
últimos refugios de una concepción sacra del universo. Uno de los últimos
recordatorios de la ontológica subordinación del ser humano a otro ser,
percibido como ajeno, cuando no hostil, a la humana peripecia5 . En íntima
unión con lo anterior, el discurso moral se percibe como la tradicional fórmula
empleada por los poderosos, las clases dominantes, o los vencedores, para
imponer su visión del mundo y defender sus propios intereses. La moralización
no sería más que un mero ejercicio de la autoridad. Y la autoridad ha tendido a
emplear con excesiva frecuencia recursos coercitivos para imponer determinados
comportamientos previamente definidos como morales 6 . 3. Por otra parte, la
autoridad del que educaba la moralidad parecía autosuficiente en un mundo
jerárquico y deductivo que vinculaba el deber al saber y éste al poder. Hoy el
método científico es más inductivo que deductivo. Se valora la experiencia y
los valores han de demostrar su valía. La autenticidad se confunde con la
verificabilidad y la eticidad con la pragmaticidad. Estas actitudes ante la
Moral, nacidas en los ámbitos de la filosofía, de la religión, de la educación
y la ciencia, son hoy especialmente sentidas. De todas formas, la pregunta
moral es inesquivable. Y de una forma o de otra, los hombres y mujeres de hoy
se interrogan también sobre el bien y sobre el mal, sobre lo que se debe y lo
que no se debe hacer. La pregunta del joven del Evangelio: « ¿Qué he de hacer
de bueno para conseguir la vida eterna?» (Mt 19,16), trasciende su propia
situación para convertirse en paradigmática para la búsqueda humana de todos
los tiempos, como afirma la encíclica.
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