Fragmento dedicado a mi Papá de “Los Reyes Malditos”

Dibujo de Emilio Rojas


“Tomó la escudilla de madera y bebió un gran trago de agua para calmar la fiebre que no lo abandonaba desde hacía ya muchos días. Después de beber, dejó que el agua se aquietara y se miró en ella como en un espejo. La imagen la logró captar imprecisa y oscura, era la de un centenario. Permaneció unos instantes buscando un resto de su antiguo aspecto en aquel rostro flotante, en aquella barba macilenta, en aquellos labios hundidos, en la boca desdentada, en la nariz afilada que terminaba en el fondo de la escudilla.
Se levantó despacio dio algunos pasos, hasta que se notó el tirón de la cadena que lo amarraba al muro. Entonces se puso a gritar: «¡Jacobo de Molay! ¡Jacobo de Molay! ¡Soy Jacobo de Molay!»
No obtuvo respuesta; sabía que nadie le respondería. Pero necesitaba gritar su propio nombre para que su espíritu no se diluyera en la demencia, para recordarse que había mandado ejércitos, gobernado provincias y que, mientras conservara un soplo de vida, seguiría siendo, aún en aquel calabozo, el gran maestre de la Sagrada Orden de los caballeros del Temple.
—¡Y fui yo quien mandó a construir esta torre!— murmuró el gran maestre colérico, golpeando la muralla con el puño.
Su gesto le arrancó un grito; se había olvidado que  tenía el pulgar destrozado por las torturas. ¿Pero qué lugar de su cuerpo no se había convertido en una llaga o no le dolía? La sangre circulaba mal por sus piernas y sufría terribles calambres desde que lo habían sometido al suplico de los borceguíes*. Con las piernas sujetas entre tablas, había sentido como se le hundían en las carnes las cuñas de roble sobre las cuales sus torturadores golpeaban con mazos, mientras la voz fría e insistente de Guillermo de Nogaret, canciller del reino, lo apremiaba a confesar. ¿Pero confesar qué...?, Y se había desvanecido.
—Señor, Dios mío —dijo— ¿porqué pusiste menos fuerza en mi alma que en mi cuerpo? ¿He sido indigno de dirigir la Orden? No me impedisteis caer en la cobardía; evitad, Señor, que caiga en la locura. Ya no podré resistir mucho tiempo, siento que no podré.”

*Calzado flexible y ajustado de piel fina, abierto por delante, en ocasiones bordado y forrado de paño o terciopelo, que llega más arriba del tobillo y se ata con cordones o con ganchos.

A: Emilio Rojas Garduño, mi querido Padre

Los Reyes Malditos
–Maurice Druvon–

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