La Idílica Arcadia y el adiós a la Edad de Oro.

La Arcadia.


La Arcadia histórica (del griego Arkadía: ''tierra de osos'') es una ancestral provincia de Grecia, situada en el Peloponeso, región que en la antigüedad se encontraba alejada de los centros de poder, las ciudades donde se producía la gran efervescencia cultural griega, por la que durante largo tiempo conservó sus rústicas costumbres y su pacifica bonanza en un ecosistema extraordinariamente pródigo; tierra cubierta de tupidos bosques, huertos, campos de cultivo, límpidos manantiales y verdes pastizales donde pacían los rebaños de cabras y ovejas. 

Es la tierra natal del dios Pan, de Baco, de las ninfas, de las dríadas y del dios Amor que no es otro sino Cupido. En esta tierra sacralizada, los pastores viven su propia naturalidad, al margen de la civilización, en armonía consigo mismos y con todo lo que necesitan para su sostenimiento, sin ambicionar más, pues sólo se desea lo que realmente se necesita.


La Edad de Oro.


Así se entiende la vida en esta fantástica Arcadia, como una forma de existencia arquetípica que evoca los tiempos primigenios de la humanidad, concebida en la mitología griega con la ''Edad de Oro'', que se presenta en la imaginación popular como un periodo de paz, armonía, estabilidad y prosperidad que, al contaminarse con la perniciosa acumulación de bienes y la creación de nuevas necesidades, se corrompe progresivamente, con lo que se configuran nuevas épocas en las que se va degradando cada vez más la condición humana, creándose así las subsecuentes ''edades'' de Plata, Bronce y Hierro, donde se expresa, por decreciente nobleza de los metales con que se nombran, la paulatina devaluación de la humanidad y la pérdida de aquella sensación de felicidad que inundaba el espíritu de los pastores arcadios.

Así, pues, la idílica sencillez de la vida arcadia se pierde con el advenimiento de la civilización, en donde fatalmente, el hombre deja de ser el pastor de su propio rebaño para convertirse él mismo en oveja, es decir, en esclavo, en tributario, en siervo, en soldado, en artesano, en burócrata o en cualquier otra forma de ''personificación'' que da sentido a su vida como integrante de un sistema social, pero que lesiona de manera irremediable su primigenia libertad.

Roberto Mares.




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