Del Amor de Cloe por Dafnis







El Cabello de Dafnis era muy negro y le caía sobre los hombros, y su cuerpo, tostado por el sol, se diría que lo hacia moreno a la sombra de sus cabellos. Al ayudarlo en su baño, Cloe lo miraba con atención y sorpresa, pues nunca se había percatado de su belleza, lo que atribuyó a las virtudes del agua, Al lavarlo sentía su piel tan fina que a hurtadillas acariciaba la suya propia, como para saber cuál de los dos la tenía más suave. Como ya se hacía tarde, llevaron las ovejas al corral y Cloe quedó con ganas de volver a presenciar el baño de Dafnis.

Al otro día, de nuevo en la pradera, Dafnis se sentó bajo el roble de costumbre y se puso a tocar la flauta mientras miraba a las cabras que parecían embelesadas con su música. Cloe, sentada a su lado, también contemplaba sus ovejas, pero su mayor interés era mirar a Dfnis tocando la flauta, y mientras más lo miraba lo encontraba más hermoso, pensando que quizá su belleza era el efecto de la música que producía, así que cuando él dejó a un lado la flauta, ella la tomó y se puso a tocar creyendo que con ello se volvería tambien hermosa.

A veces estando a solas se sumía en estos pensamientos: Estoy enferma y no sé en que consiste mi enfermedad; me duele y no me veo herida: me aflijo y no he perdido ninguna de mis ovejas; me abraso aun estando en la frescura de la sombra. Mil veces me he pinchado con con las espinas de los zarzales y no he llorado; me picaron las abejas y sané en seguida. Sin duda lo que ahora me punza en el corazón es más cruel que todo lo demás. Es cierto que Dafnis es muy hermoso; pero las flores lo son tambien; sí él canta de un modo agradable, también cantan las avecillas, pero yo no me acuerdo tanto de ellas, como ahora me acuerdo de él. ¡Oh si yo fuera flauta para que él soplara en mí! ¡Quién fuera una corderilla para que me apacentase! ¡Oh agua ingrata! ¿por qué lo embelleces sólo a él? ¡Ho ninfas que me han visto nacer y entre las cuales he vivido! ¿por qué permiten que yo muera. Si yo muero, ¿Quién traerá guirnalda a su santuario? ¿Quien cuidará de los corderos? ¿A quién encomendaré mi cantarina cigarra que con tanta fatiga logré atrapar, para que me arrullara con sus melodiosos murmullos? Ahora parece que es en vano que emite sus cantos en el verano bajo la bóveda de esta gruta, mientras Dafnis perturba mi sueño y me tiene en vigilia en las noches.


'Dafnis y Cloe.'
Longo.

Literatura Clásica. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Fragmento dedicado a mi Papá de “Los Reyes Malditos”

El Homo Sentimentalis.

''La Insoportable levedad del ser" Es muss sein.