Dibujo de Emilio Rojas “Tomó la escudilla de madera y bebió un gran trago de agua para calmar la fiebre que no lo abandonaba desde hacía ya muchos días. Después de beber, dejó que el agua se aquietara y se miró en ella como en un espejo. La imagen la logró captar imprecisa y oscura, era la de un centenario. Permaneció unos instantes buscando un resto de su antiguo aspecto en aquel rostro flotante, en aquella barba macilenta, en aquellos labios hundidos, en la boca desdentada, en la nariz afilada que terminaba en el fondo de la escudilla. Se levantó despacio dio algunos pasos, hasta que se notó el tirón de la cadena que lo amarraba al muro. Entonces se puso a gritar: «¡Jacobo de Molay! ¡Jacobo de Molay! ¡Soy Jacobo de Molay!» No obtuvo respuesta; sabía que nadie le respondería. Pero necesitaba gritar su propio nombre para que su espíritu no se diluyera en la demencia, para recordarse que había mandado ejércitos, gobernado provincias y que, mientras conservara un soplo de vid
El homo sentimentalis no puede ser definido como un hombre que siente (porque todos sentimos), sino como un hombre que ha hecho un valor del sentimiento. A partir del momento en que el sentimiento se convierte en un valor, todo el mundo quiere sentir; y como a todos nos gusta jactarnos de nuestros valores, tenemos tendencia a mostrar nuestros sentimientos. La transformación del sentimeinto en valor se produjo en Europa ya a lo largo del siglo XII : los trovadores que cantavan su inmensa pasión por una amada e inalcansable señora les parecían tan admirables y hermosos a quienes los oían que todos querían, a semejanza de ellos, padecer un indomable impulso del corazón. Nadie desenmascaró al homo sentimentalis con mayor agudeza que Cervantes. Don Quijote decide amar a cierta moza, de nombre Dulcinea, y ello a pesar de que casi no le conoce (lo cual no nos sorprende, porque ya sabemos que cuando se trata de wahre Liebe, amor verdadero, el amado importa poquísimo). En el ca
" En el momento de tomar la decisión que cambiará su vida, Tomás, el protagonista de esta novela, repite en voz baja imitando la melodía de Beethoven: "Muss es sein? Ja, es muss sein! "...La última frase del último cuarteto de Beethoven está escrita sobre estos dos motivos: Muss es sein? Es must sein! Es must sein! (¿Tiene que ser? ¡Tiene que ser! ¡Tiene que ser!). Para que el sentido de estas palabras quedase del todo claro, Beethoven encabezó toda la frase final con las siguientes palabras: Der schwer gefasste Entschluss (una decisión de peso). Para Beethoven el peso era evidentemente algo positivo "Der Schwer efasste Entschluss" va unida a la voz del destino: "Es muss sein"; el peso, la necesidad y el valor son tres conceptos internamente unidos: sólo aquello que es necesario, tiene peso, solo aquello que tiene peso, vale. Esta convicción nació de la música de Beethoven y, aunque es posible que sus autores hayan sido más bien los co
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