Dibujo de Emilio Rojas “Tomó la escudilla de madera y bebió un gran trago de agua para calmar la fiebre que no lo abandonaba desde hacía ya muchos días. Después de beber, dejó que el agua se aquietara y se miró en ella como en un espejo. La imagen la logró captar imprecisa y oscura, era la de un centenario. Permaneció unos instantes buscando un resto de su antiguo aspecto en aquel rostro flotante, en aquella barba macilenta, en aquellos labios hundidos, en la boca desdentada, en la nariz afilada que terminaba en el fondo de la escudilla. Se levantó despacio dio algunos pasos, hasta que se notó el tirón de la cadena que lo amarraba al muro. Entonces se puso a gritar: «¡Jacobo de Molay! ¡Jacobo de Molay! ¡Soy Jacobo de Molay!» No obtuvo respuesta; sabía que nadie le respondería. Pero necesitaba gritar su propio nombre para que su espíritu no se diluyera en la demencia, para recordarse que había mandado ejércitos, gobernado provincias y que, mientras conservara un soplo de vid...
" En el momento de tomar la decisión que cambiará su vida, Tomás, el protagonista de esta novela, repite en voz baja imitando la melodía de Beethoven: "Muss es sein? Ja, es muss sein! "...La última frase del último cuarteto de Beethoven está escrita sobre estos dos motivos: Muss es sein? Es must sein! Es must sein! (¿Tiene que ser? ¡Tiene que ser! ¡Tiene que ser!). Para que el sentido de estas palabras quedase del todo claro, Beethoven encabezó toda la frase final con las siguientes palabras: Der schwer gefasste Entschluss (una decisión de peso). Para Beethoven el peso era evidentemente algo positivo "Der Schwer efasste Entschluss" va unida a la voz del destino: "Es muss sein"; el peso, la necesidad y el valor son tres conceptos internamente unidos: sólo aquello que es necesario, tiene peso, solo aquello que tiene peso, vale. Esta convicción nació de la música de Beethoven y, aunque es posible que sus autores hayan sido m...
En forma, pues, de cándida rosa se mostraba la milicia santa, que en su sangre Cristo la hizo esposa; mas la otra, que volando ve y canta la gloria de aquel que la enamora y la bondad que la hizo tanta, como la escuadra de abejas a las flores llega y una y otra vez retorna a donde su labor gana en sabores, descendía en la gran flor que se adorna de hojas tantas, y de allí de nuevo salía hacia donde su amor siempre se aloja. Entero sus rostros eran de llama viva, y las alas de oro, y el resto tan blanco, que ninguna nieve hasta ese blanco arriba. Descendiendo por la flor, de banco en banco trasmitían la paz y el ardor que adquirían ventilando el flanco. Situados entre lo alto y la flor de tanta multitud volante no impedían la visión y el esplendor; pues la luz divina irrumpe según las dignidades en todo el universo, de modo que obstarle nada puede. De este seguro y gozoso reino, frecuentado de gente antigua y nueva, el ojo y el amor apuntan en un solo blanco. ¡Oh trina luz que co...
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