POEMA VIII
Se veía verter en un
caldero dorado, el amor,
que comenzó a arder bajo el fuego feroz que le
abrazaba con brasas ígneas.
El amor en ebullición se derramó al comenzar a
hervir por horas eternas.
Así se creó, sin consumirse. ¡Era un arder y
derramar eterno!
Nuestras manos como acero, se vieron fundidas en un
enlace infinito e imperecedero; nuestros ojos al mirarse encontraron el camino
de regreso a la colina de la melancolía, bajo cielos de destellos delirantes
que nos hacían sonreír.
Fueron nuestras eternas almas, quienes condujeron
los efímeros y doloridos cuerpos entre este mundo de jengibre y ajenjo, fueron
las almas quienes valieron lo que lograron vivir.
Los cuerpos, oh! tan insistentemente corpóreos, nos
traicionaron, si que lo han hecho y lo harán todavía.
Más nuestras almas siempre reivindicaran la falta
de aquello ¡tan perecedero y fútil!
El cáliz aún hierve hasta la posteridad, ¡tan
lejos, que nuestros sueños no la pueden alcanzar a ver; aunque sabemos que es
así, es así!
Lágrimas de un diáfano azul caen de mis ojos, hasta
mirarte de nuevo aquí, junto a mí.
Candelabros de luces melódicas,
cajas con libros antiguos y ambrosías hechas de
amor.
Es tu rostro en mis sueños la mejor paga después de
un largo día de esta vida.
Quehaceres desenterrados de mi jardín, que se
acumulan en toneladas.
Eres la inspiración de mi alma.
Verde y travieso césped que se mueve cuando los
suspiros devienen,
el viento les favorece, llevando consigo, todo el
perfumado aliento de mi corazón, que te ama de eternidad.
Rama y ramas en el bosque, tras una larga y vana
jornada.
He recibido el botín, pero nunca una buena paga.
Pues mi caduceo está vacío, no he podido transmutar
el estaño en oro,
oh... todo es un morir y revivir.
Las tumbas se mueven como flores empujadas por el
viento,
ellas cantan:'' vivir, vivir que Él está aquí''
¿Sacudirás esta tristeza?
voy a reír... reír en un bostezo eterno.
Eterno, profundo y solitario.
Daleth R
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