ODA A NEPTUNO





Entre las olas y los naufragios 
se encandila la luna que en creciente faz 
dirige a cada compás la marea.

De esta orquesta marina,
emergen del acuoso manto los anhelos y las ensoñaciones,
hados marinos por excelencia, que lo embellecen todo,
criaturas diáfanas, etéreas y puras,
que sobre la playa revestida de corales y conchas, 
hermosos cantos profieren sus laureados labios.

Tras ellos, 
se visualiza un hermoso ser,
parecido a los hombres en figura,
¡mas de Divinidad manifiesta en su enhiesta mirada!

Los vapores marítimos le rodean en galante manto,
y al rededor de su espesor se regodean los anhelos y las ensoñaciones
esclareciendo así aun más sus figuras divina.

Aquel ser es Neptuno, 
el Dios que da a todo el oleaje del profundo mar el encanto suficiente para perder
a marineros sacrílegos o dar refugio y tesoros escondidos a sus loadores.

A él acuden los soñadores, 
que incondicionalmente se arrojan en arrobado ardor a su profundo océano
buscando tan bellos hados que beatificados yacen en sus corazones y a ellos sirven, 
por ellos los soñadores viven.

Los Saturnianos a estos disponen con austero y malhumorado seño
 dejar de lado fugaces fantasías, pues envilecen la razón, acusan los Mercurianos.

¡Pero que ásperas, frías y de poca gracia parecen todas estas opiniones para los Neptunianos,
que se alejan por Venus custodiados, suavemente a los recintos del doceavo Palazzo aposento de su Señor

Regresando así al gran mar donde nadan las almas antes nacer.

Daleth R.






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