Los Condenados.







Leí una vez sobre el Infierno y sus novenos círculos,
el infortunio eterno era para aquellos pecadores , la misma causa de sus placeres terrenos,
destinados ahora a odiar lo que antes habrían amado.

Sus voces gritan desde el fondo de la tierra clemencia, mas nadie presta oídos a suplicas tan aviesas,
bueno, eso dicen a quienes las agujas del envenenado pecado heredad de nuestro cuerpo no padecen.

Alguna vez escuche el mito de La Medusa, abominacion de ser,
cuya maldad era su propia condena, cargar sobre su cabeza en lugar de cabellos, ¡serpientes!
retirada en solitaria cueva, al no poder a mortal alguno ofrecer mas que su mirada que petrificaba a cualquiera que la mirase directamente a los ojos, o envolviendo, con su locura
la mente de los demás hasta infelices verlos bajo una visión irreal todo cuanto vieran.

Temiendo todas estas cosas, alejandoce todos, convirtióse en monstruo, no sólo de los demás si no de sí misma.

¿Qué mayor castigo que ser un monstruo y estar solo con uno mismo?

Condena eterna, a los que no supieron mesurar sus furias, sus deseos e impulsos, Pero...
¿no era ya un tormento tener todo aquello? pues más que felicidades y placer, fueron causantes de 
dolores y vergüenzas. Pagar eternamente el dolor a causa de deseos mundanos que no se escogieron a voluntad sino que
al contrarío nos fueron impuestos desde nuestro nacimiento, desde la alborada de la humanidad misma.

Ah! Destino del hombre, habréis que pagar una deuda heredada, una deuda que no es suya.


Y ahora es día que las voces, más fuertes, como un estadio lleno de personas me grita desde el fondo de mis infiernos  primitivos,
me gritan cosas que me asustan, comienzo a conocer los dolores de las visiones de los santos y los truhanes,
de los que en vela se quedan toda la noche evitando esos sueños recurrentes llenos de sangre y lujuria,
evadiendo las voces que de día son emociones sin embargo por la madrugada son palabras tan claras como los rayos de la luna.

Ahora comprendo a quienes les fue negada la luz tantas veces,  no les quedó más remedio que a las sombras asirse y a ellas corresponderles, se confundieron con ellas y en ellas se convirtieron.

Estoy ahí, yo, uno más entre los que el destino les dio un papel de necios, de malos, siniestros...
Uno más entre los que no escogieron sus deseos, que se les fue implantado un corazón lleno de agujas, pulsiones, latidos,visiones, sensaciones incontrolables e incorregibles,
Juzgados por el mundo como seguidores del placer más que de lo santo, cuando no saben que a lo que ellos llaman que es nuestro placer es 
 infierno para nosotros vivido en carne propia, 20 gramos de placer por 100 de sufrimiento. En nuestras risas ya van nuestras lagrimas.

Daleth R.

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