El acompañante. Bitacora.



I.

Frustrada es la palabra que define estas penosas horas de cada día .

Pasan los días y si, es verdad, me siento atada, encarcelada a seguir a delante con la decisión que tomé hace un año en condiciones que desafortunadamente no eran las correctas, y ahora, sólo me miro aquí, si, atrapada en un cuento que no es el mio, no es el que yo quiero o necesito, mas la suerte o el intelecto mio no me han favorecido a decir basta a este caprichoso y enmarañando momento en la historia de mi vida. ¿Por qué no dejar solo el asunto fuera de mi vida si tanto mal me hace? pues en realidad es por la culpa, culpa de haber tomado la decisión de embarcarme en un viaje, al cual  renunciando a el, lastimaría terriblemente los sentimientos que por mi se han creado de parte de un ser que me ha acompañado con el corazón en la mano... ¿Cómo no sentir que le he traicionado con el simple hecho de pensarlo? y ahí comienza mi angustia diaria, la disyuntiva entre lo que relativamente siento que debo hacer y ¡lo que quiero ser!

Tortura, pasando los días intentado tomarle encanto al desencanto, tratando de enamorarme sin amor, con la idea de que tal vez la divinidad me encienda los ánimos e ice mis velas hacia mi tierno acompañante de viaje, ah... pero los días pasan, uno tras otro, segundo tras segundo y eso jamás sucede, y ¿qué es lo que realmente pasa? pues, la frustración de la que en un inicio escribí, emociones de claustrofobias e impotencia.

Vivo para hacer feliz a mi acompañante a costa de mi vida, pues me culpo de haber decidido seguir su idea del viaje y ahora darme cuenta que no es a donde yo realmente quisiera ir, que el paisaje no me gusta, inclusive, me aterra; lloro por las noches, las pesadillas me asechan y sus ojos están ahí frente a mi, hondamente tristes, como un abismo espantoso, y me asusta verlos siempre mirándome de esa penosa forma, así que invento canciones, juego malabares y danzas, entonces así comienza a sonreír un poco y un poco más con forme las canciones y las danzas avanzan, de pronto, por fin sonríe y sus ojos con esa mirada hondamente triste se vuelven hacia mi con un toque de pueril satisfacción, después de ello cansada, regreso a mi misma, me siento un rato y ¡grito! lo odio, no obstante y para mi infortunio, el largo camino juntos en este fatigable viaje me ha hecho que le tome estima, y esa es otra de mis condenas, porque ¡no puedo hacerle daño!

No puedo huir, aunque lo he intentado a decir verdad; me subo a cubierta, me embriago por completo y le imploro a la luna clemencia, mas ¿qué clemencia puede tener alguien que sucumbe como yo, que no tiene la fuerza para detener el viaje y ahorrarnos penas futuras al tierno acompañante y a mi?

Sin embargo, en las noches más oscuras cuando ninguna estrella ilumina el cielo con su brillo, la fiebre me abraza con tanta fuerza que en verdad creo que la desolada profundidad del mar se ve menos agobiante que la tranquilidad de este barco en compañía. Me levanto y corro a lanzarme hacia el solitario mar, entonces llega a salvarme mi tierno acompañante, muy deprisa a detenerme, enfurecida arremeto en su contra, lo odio tanto, ¡yo sólo necesito huir aunque no sepa a donde, aunque sea hacia la muerte!, pero él me detiene con su fuerza sobre humana, más me exalto, hasta que el paroxismo que me deja inconsciente por un rato.

Al despertar de la marea de emociones tras la fiebre, el sol inclina su rostro hacia mi, a mi tierno acompañante le oigo caminar acercandoce, trae flores de variados colores y bollos de dulce, lo miro, recuerdo lo que en la fiebre por mi desesperación le he dicho y aún así, ahí esta, amándome (?) así que vuelvo a pensar que no puedo lastimarle, que debo hacerle feliz, por que está solo, por que nadie más quiso venir a acompañarle al viaje y aunque, no sea mi anhelo, ni me haga feliz el rumbo y el destino, el amor es sacrificio, me repito constantemente, ¡el amor es sacrificio! no obstante y aunque mi corazón lo late.

Daleth R.

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